26.9.11

Cortejo (Mark Strand)

Hay una chica que te gusta, así que le decís
que tu pene es muy grande, pero que
no lo podés usar. Sus exigencias son ridículas, decís,
incluso contraproducentes, pero de todos modos hay que satisfacerlas,
breve, disimuladamente, en la penumbra.

Cuando cierra los ojos horrorizada, vos
te desdecís de todo. Le explicás que vos mismo sos casi
una chica y que su espanto te resulta comprensible.
Cuando ella está por irse, le decís
que vos no tenés pene, que no sabés

qué te pasó. Te arrodillás.
De repente se agacha para besarte el hombro, y te das cuenta
de que vas por buen camino. Le decís que querés
dar a luz hijos, que por eso parecés confundido.
Fruncís el ceño y maldecís el día que naciste.

Ella intenta calmarte pero vos estás enajenado.

Le bajás la bombacha y le pedís disculpas a la vez.
Ella intenta zafarse. Vos aullás como un lobo. Tu deseo
parece colosal. Sabés que va a ser tuya.
Tomada por asalto, ella es la chica con quien vas a casarte.